La historia del electroshock: el tratamiento más polémico y estigmatizado

"Todos tus psiquiatras mediocres te están dando electroshock / ellos dicen que así podrás vivir en casa, con mamá, con papá / en lugar de en un manicomio / pero cada vez que intentas leer un libro es imposible pasar de la página 17 / porque inmediatamente olvidas dónde estabas, así que no puedes ni siquiera leer / no sabes que ellos estarán dispuestos a matar a tus hijos / no sabes que matarán a tus hijos". Con estas palabras tan crudas directas Lou Reed, el más ilustre poeta maldito del rock, relataba su experiencia con la terapia electroconvulsiva en su canción 'Kill Your Sons' (1974). Sin duda, ya por el título tan descarnado y violento del ‘track’, se intuye una ‘venganza poética’ con los que fueran sus progenitores cuando le pusieron en manos de un psiquiatra para tratar sus depresiones desde muy temprana edad.

Reed siempre había sido un bicho raro al que no le gustaba participar de la vida familiar y social, abusando de las drogas y del alcohol cuando no era más que un adolescente. Años más tarde, llegó a afirmar que sus padres aprobaron la terapia de electroshock para tratar su bisexualidad, aunque un inspirado texto de su hermana, Merrill Reed Weiner, que salió a la luz al poco de la muerte del artista neoyorkino, sirvió para desmentir estas duras afirmaciones, dando por hecho que a pesar de haber crecido junto a él en el seno de una familia judía y conservadora, sus progenitores le sometieron a este tratamiento a causa de la desesperación que sentían por no encontrar forma de curar ni reconducir al joven. El testimonio que Lou Reed dejó del electroshock en sus canciones se puede encontrar a lo largo de todo su largo repertorio –sin ir más lejos, ‘White Light White Heat’ (1967), uno de sus grandes éxitos junto con The Velvet Underground, ya hace referencia en el propio título a ser atravesado por los voltios–. Pero afortunadamente, el electroshock ya no es lo que era antes.

"Realizamos unas 30 o 50 terapias de electroshock al año solo en nuestro hospital y gracias a ellas salvamos la vida a los pacientes"

"Cuando la gente me pregunta si todavía se sigue practicando el electroshock yo les digo que no", afirma Mikel Urretavizcaya Sarachaga, psiquiatra de prestigio y de amplia trayectoria en el Hospital Universitario de Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), a El Confidencial. "Evidentemente, les digo que no porque ya no es lo que era antes, ha cambiado mucho. En la actualidad, realizamos unas 30 o 50 terapias al año solo en nuestro hospital. Es como si dices que estás operando como en el año 38, pues claro que no. Ahora, en el TEC hay anestesia y está computerizado para ofrecer una terapia totalmente personalizada al paciente, entre otros muchos avances".

Como admite el psiquiatra, la práctica del electroshock solo está reservada a pacientes con depresiones resistentes a los que ya los fármacos no hacen efecto, así como también a esquizofrénicos, maniacos y enfermos con trastorno bipolar. Pero en ningún caso comporta ningún peligro para la integridad física y psicológica del paciente como evidentemente sí lo hacía hace años, cuando se practicaba sin anestesia y con cargas eléctricas mucho más potentes. En España, se realizan al menos 3.000 tratamientos de este tipo al año, "un dato inferior respecto a otros países de Europa o Estados Unidos", como refiere Urretavizcaya.

"Tan pronto como se introducía la corriente, el paciente reaccionaba con una sacudida y los músculos de su cuerpo se agarrotaban"

"La mortalidad viene a ser de 2 por cada 100.000 pacientes, y como efectos secundarios a largo plazo se contempla una pérdida de memoria leve solo relativa a los periodos cortos de tiempo en los que se realizan las sesiones. Normalmente, se recupera a los seis meses después de haber acabado con el tratamiento", recalca el doctor. Una de las muchas razones por las que el TEC está tan estigmatizado, como veremos a continuación, es por la forma en la que empezó a aplicarse el tratamiento y a los grupos poblacionales a los que se les indujo la terapia durante su expansión.

Años 30: los cerdos y el electroshock

"Fui al matadero. Colocalaban en las sienes de los cerdos unas grandes pinzas metálicas que estaban conectadas a la corriente eléctrica (125 voltios). Los cerdos quedaban inconscientes, agarrotados, y unos segundos más tarde se agitaban como consecuencia de las convulsiones. Sentí que podíamos aventurarnos a probarlo en personas". Así explica en un testimonio de la época el propio inventor del electroshock, el neurólogo italiano Ugo Cerletti;la forma en la que se dio cuenta de cómo las convulsiones epilépticas podían tranquilizar a los cerdos y cómo, en abril de 1938, decidió en colaboración con su compañero Lucio Bini aplicarlo a una persona diagnosticada de esquizofrenia.

Con esta técnica "se podrían limpiar las mentes de los enfermos para que vuelvan a empezar de cero, imprimiéndoles una nueva personalidad"

"Tan pronto como se introducía la corriente, el paciente reaccionaba con una sacudida" y los músculos de su cuerpo se agarrotaban; después, quedaba tendido en la cama sin perder la conciencia", explica Cerletti en una cita recogida por el libro 'Modelos de locura', escrito por psiquiatras de todo el mundo para acercarse a la historia de los cuadros esquizofrénicos y maniacos y publicado en español en 2006. "Se propuso que deberíamos dejar descansar al paciente durante un cierto tiempo y repetir el experimento al día siguiente. De repente, el paciente, que evidentemente había seguido nuestra conversación, dijo claramente y con solemnidad, sin las incoherencias que decía habitualmente: '¡Otra vez no! ¡Es mortal!'".

Como el lector habrá podido intuir, hay cierta perversidad en el tono de las palabras del neurólogo italiano. En sus escritos reconoce que su idea preliminar era que a través de esta técnica"se podrían limpiar las mentes de los pacientes enfermos para que vuelvan a empezar de cero, imprimiéndoles una nueva personalidad", como recoge una interesante entrada del escritor Darío Cavacini en el diario argentino 'Marcha'. Demasiada coincidencia que el electroshock fuera inventado en uno de los periodos más oscuros de la historia de Italia: el fascismo de Mussolini. Para más inri, seguramente fuera fruto de las locas (y protofascistas) alucinaciones del 'Manifiesto Futurista' que años antes publicó el poeta Marinetti en el que primaba el discurso maquinal, industrial y bélico en su ideal tecnológico futurista.

"Hay que tener en cuenta que no había fármacos para estos trastornos y que la humanidad estaba viviendo sus horas más oscuras"

"La primera sesión de electroshock se realizó en Roma en el año 1938", corrobora el doctor Urretavizcaya por su parte. "Apareció en mal momento, en mitad del fascismo. Los neurólogos observaron que algunos enfermos mentales mejoraban si les inducían convulsiones eléctricas. Se aplicaba en esquizofrénicos, pero también en personas con trastornos de conducta, que al ser sometidos a crisis epilépticas parecían tranquilizarse. Hay que tener en cuenta que en esa época no existían fármacos para tratar estos trastornos, además de que la humanidad estaba viviendo sus horas más oscuras".

Pronto, las ideas de Cerletti y Bini se dieron a conocer entre las revistas científicas de la época dando cuenta solamente de sus beneficios pero no de los efectos secundarios que el paciente acababa sufriendo como resultado de tan mal viaje. Al igual que los científicos nazis de Hitler estaban realizando experimentos con humanos, los fascistas de Mussolini dejaron esta aportación a la medicina psiquiátrica para la posteridad. Y evidentemente, como volvemos a recordar, a día de hoy resulta muy útil para tratar la depresión severa, pero en aquel momento y en las décadas posteriores fue efectivamente usada con fines no tan benévolos, como explicaremos a continuación.

Años 50: mujeres y homosexuales en el ojo de la diana

"Era un verano extraño, sofocante, el verano en el que electrocutaron a los Rosenberg y yo no sabía qué estaba haciendo en Nueva York". Así comienza la más célebre novela de la escritora estadounidense Sylvia Plath, 'La campana de cristal', haciendo una inmediata referencia al electroshock en su primera línea. Bajo el álter ego de Esther Greenwood, la autora relata con dureza sus síntomas depresivos y los TEC a los que fue sometida. "Les tengo manía a las ejecuciones", prosigue en el libro. "La idea de ser electrocutada me pone mala, y eso era lo único que podía leer en los periódicos, titulares que como ojos saltones me miraban fijamente en cada esquina y en cada entrada al Metro, mohosas e invadidas por el olor de los cacahuetes. No tenía nada que ver conmigo, pero no podía evitar preguntarme qué se sentiría al ser quemada viva de la cabeza a los pies".

"En los años 50, si eras hombre podías ser rebelde. Si eras mujer, tu familia te encerraba"

Era el comienzo de la década de 1950, cuando aún no existían fármacos para tratar las depresiones severas y los TEC se realizaban sin control. A Plath la primera sesión se la realizaron sin anestesia después de un primer intento de suicidio ocurrido el 23 de agosto de 1953. Más adelante, según narra ella misma, le suministraron una segunda sesión, esta vez con anestesia general y relajantes musculares, de una forma más parecida a como se hace actualmente. No sabemos con exactitud cuánto tiempo pasó desde la primera a la segunda sesión, pero lo que es evidente es que en ese periodo ya comenzaron a implementarse las nuevas medidas de seguridad al tratamiento para que este no resultara tan nocivo.

Sylvia Plath en una playa de Benidorm en 1955.  (Cordon Press)
Sylvia Plath en una playa de Benidorm en 1955. (Cordon Press)

Otra de las incógnitas más discutidas en el ámbito literario y académico sobre la vida y obra de la autora es si la campana de cristal a la que se refería metafóricamente respondía a la propia depresión que sufría o al TEC. Lo que sí que es cierto es que en aquella época el electroshock se utilizaba de manera coercitiva, especialmente a grupos de población que por esos años estaban oprimidos o silenciados, como vienen a ser las mujeres y los homosexuales. Así lo narra también Gregory Corso, poeta de la generación beat, cuando le preguntaron por sus experiencias en el manicomio: "Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraban en manicomios y se las sometía a tratamiento por electroshock. En los años 50, si eras hombre podías ser rebelde, mientras que si eras mujer tu familia te encerraba", tal y como viene recogido en el libro 'Beat Attitude', una antología sobre las mujeres de la generación beat silenciadas por la historia publicada por primera vez en España en 2018.

"El 70% de la veces que aparece el TEC en las películas es para infligir daño al paciente o para forzar una confesión, además sin anestesia"

"Está claro que cuando el electroshock se expandió empezó a aplicarse de manera coercitiva", admite Urretavizcaya. "Sobre todo en Italia y en Estados Unidos. Esta es una de las razones por las que ahora el tratamiento está tan estigmatizado, ya que se ha ido transmitiendo en el inconsciente colectivo la idea de que solo se aplica para castigar las conductas que no son normativas. De hecho, es lo que dio pie a que haya un sector dentro de la propia profesión de psiquiatras que esté tan en desacuerdo con el TEC. Pero basta con recurrir a la información científica para demostrar que es un tratamiento seguro y eficaz y que a muchos enfermos les ha salvado la vida".

Otra de las causas del estigma es la forma en la que aparece en las películas y series de televisión. Seguro que el lector recuerda 'Alguien voló sobre el nido del cuco' (1975) en el que un espectacular Jack Nicholson encarna a un hombre subversivo y libre al que someten al electroshock. "Leí un estudio muy interesante que reflejaba que más o menos el 70% de la veces que se habla del TEC en las películas y series es para conseguir que los protagonistas hagan una confesión o como método de tortura. Por no hablar de que en todas se realiza sin anestesia y sin consentimiento del paciente", recalca Urretavizcaya.

No, definitivamente, el electroshock de ahora no se practica así.
No, definitivamente, el electroshock de ahora no se practica así.

Curiosamente, el personaje que encarnaba Nicholson era un hombre, cuando después de haber atendido a lo que explicaba Corso sobre su experiencia en manicomios habría sido más realista para la historia que el papel lo hubiera encarnado una mujer, o al menos un homosexual. En este sentido, tanto Plath como Reed eran parias en su propio tiempo que tuvieron la mala fortuna de caer en manos de psiquiatras locos e irresponsables que no entendían el amor entre personas del mismo género o que una mujer pudiera decidir su destino al margen de un marido o de una familia conservadora y religiosa. De hecho, en muchos fragmentos de 'La campana de cristal' la escritora advierte la dolorosa traición de la doctora Nolan que la atendía en el psiquiátrico, guardándole (al parecer) más rencor que a su homólogo masculino, el doctor Gordon. "No era el electroshock lo que me dolía tanto, sino la abierta traición de la doctora Nolan", escribe en otro pasaje del libro. "Me caía bien, la quería, le había dado mi confianza en bandeja de plata".

De 1999 al presente: homogeneización y regulación

Urretavizcaya es uno de los muchos psiquiatras que redactaron y aprobaron el Consenso Español sobre la Terapia Electroconvulsiva en 2017, el cual recoge todos los datos que hemos ido desgranando a lo largo del artículo y las medidas homogeneizadas que existen para llevar a cabo el tratamiento de una manera segura y eficaz. "Las guías y procedimientos están completamente regulados desde hace 20 años, eso quiere decir que voy a Alemania o a Estados Unidos y se practica de la misma forma que aquí", explica el doctor. "Esto nos permite compartir experiencias e ir mejorando la terapia".

"Cuando el paciente viene a una nueva sesión dice: 'Vengo a que me pongas las corrientes'"

Apenas son cuatro los segundos que dura la descarga eléctrica en el paciente, que permanece en anestesia general durante todo el proceso. Mientras, un gran ordenador monitorea su actividad cardiaca y cerebral para personalizar la terapia y evitar efectos secundarios. Una vez va despertando, un equipo de psiquiatras y enfermeras le alojan en una habitación durante una hora y media más o menos hasta que recupera del todo la consciencia y comienza a beber, hablar y a andar, tal y como explica Urretavizcaya en conversación telefónica.

"Existe un doble estigma entre los pacientes: por un lado, el miedo a reconocer su trastorno, y por otro el hecho de admitir que está siendo tratado con terapia electroconvulsiva", concluye el paciente. "Hace unos años, vinieron unos reporteros de televisión a hacer un reportaje y pidieron que los enfermos pudieran salir con la cara sin pixelar para que así tuviera más credibilidad su testimonio. Al final, no se pudo hacer porque ninguno quiso aparecer. El TEC es a día de hoy un tratamiento completamente normal que no se parece en nada a lo que era antes", concluye el doctor, a lo que agrega con locuacidad y humor: "cuando vienen a una nueva sesión dicen: 'Vengo a que me pongas las corrientes'".

Fuente: El Confidencial