El año en el que Miles Davis se inspiró en las saetas de La Niña de los Peines

Cerró en 2012 la neoyorkina tienda de discos Colony Records, en la calle 49 con Broadway, a tiro de piedra de Central Park. El 'New York Times' le dedicó un artículo como si fuera el obituario de una estrella que se apaga. El primer párrafo decía: “Es un hecho entre los asiduos a Colony Records que basta con que un cliente silbe o tararee unos cuantos compases de una melodía para que un empleado la reconozca”.

En algún momento del otoño de 1959, una noche, la estrella del jazz Miles Davis visitó la tienda sin avisar. No silbó ni tarareó nada. Pidió comprar todos los discos de flamenco que tuvieran. La historia la cuenta su primera mujer, Frances Taylor Davis, una bailarina de relumbrón que formó parte del primer casting de 'West Side Story' (1957), que fue la primera afroamericana en bailar en el Ballet de la Ópera de París (1948) y actuó junto a Benny Goodman en Londres (1952).

Girando por Europa, Taylor Davis se enganchó al flamenco viendo actuaciones nocturnas en Barcelona. “Entonces vino a Nueva York una compañía de cante y baile español llamada Roberto Iglesias and Company. Le dije a Miles que teníamos que ir, para que entendiera lo que yo trataba de explicarle. Me costó pero le convencí. Cuando salimos, fue directo a Colony Records a comprar todos los discos de flamenco que tuvieran. Al día siguiente llamó a su productor Gil Evans y le dijo: esto es lo que quiero hacer. Y de ahí salió el disco. Fue la única grabación de Miles a la que me dejaron asistir jamás”.

"Vino a Nueva York una compañía de cante y baile español llamada Roberto Iglesias and Company. Le dije que teníamos que ir. Me costó pero le convencí"

‘Sketches of Spain’ es un disco muy famoso y vendido (que coincide en el tiempo con el canónico ‘Kind of Blue’) que no sólo adapta ‘El concierto de Aranjuez’ o ‘El amor brujo’ de Manuel de Falla. En la pista cuatro del álbum pegué un respingo: oímos una saeta y cornetas y tambores de Semana Santa.

Cuanto más suave, más fuerte

“Después de haberlo escuchado durante una o dos semanas, no me lo podía quitar de la cabeza”, cuenta Davis sobre ‘El concierto de Aranjuez’. “Le pasé el disco a Gil [Evans] y también le gustó mucho. Decidimos hacer algo sobre esta base”. Su adaptación iba a hacerse casi tan famosa como el original. Davis sabía muy bien qué tipo de material tenía entre las manos, como le dijo a Jack Chambers para su biografía ‘Milestones: The Music And Times Of Miles Davis’: “Esa melodía es tan fuerte que cuanto más suave se toque, más fuerte se vuelve, y cuanto más fuerte se toque, más débil parece”.

Miles David con la actriz Jeanne Moreau en 1957 (Keystone/Getty Images)
Miles David con la actriz Jeanne Moreau en 1957 (Keystone/Getty Images)

Miles se había convertido en un hispanófilo sobrevenido. Y Gil Evans ya era, desde bastante antes, un buen conocedor de los compositores españoles. Pero entraña cierto misterio rastrear el resto de fuentes concretas, sin las que es imposible inventarse ‘Sketches of Spain’. ¿De dónde sacaron ellos, un trompetista de San Luis, Misuri, y un productor de Toronto, la inspiración para las pistas tres y cuatro del disco, llamadas ‘El gaitero’ y ‘Saeta’?

Han rebobinado ese camino el músico e investigador Juan Zagalaz y el profesor de la Universidad de Granada Miguel Ángel Berlanga. Se trata de reconstruir el puente sonoro e incluso discográfico entre España y Estados Unidos. Un puente, en esta historia, con tres vías que se unen.

"A Gil Evans le llamaba especialmente la atención un disco de 10 pulgadas y 78 rpm de La Niña de los Peines", cuenta Zagalaz

“Según George Avakian, antiguo productor de Miles Davis, a Gil Evans le llamaba especialmente la atención un disco de 10 pulgadas y 78 rpm de La Niña de los Peines”, cuenta Zagalaz. La búsqueda de este disco (con tres requisitos: que hubiera sido editado en EE.UU., por el sello Columbia y en fechas que encajaran) le llevó como mejor hipótesis hasta el álbum ‘Cante Flamenco. La Niña de los peines’ (1941; reeditado en 1953). En ese trabajo se incluye una saeta titulada ‘Se enturbecieron los cielos’. Y Zagalaz jura que sus “motivos melódicos estructurales” son muy parecidos a ‘Saeta’ de Miles Davis. “Son prácticamente idénticos”.

La segunda fuente la apunta John Szwed en su biografía de Miles Davis de 2001, ‘So What’. “Según Szwed, la actriz Beverly Bentley trajo a Davis desde España una copia de la ‘Antología del Cante Flamenco’, publicada por Hispavox en 1958, y en la cual se incluyen cuatro saetas, dos de Lolita Triana y dos de Roque Montoya, Jarrito”.

La tercera y última fuente es mi favorita, y nos lleva a una historia completamente fascinante. La pista está también en la biografía de Szwed. Explica Zagalaz: “Szwed afirma que el productor George Avakian, a cargo de la división internacional de Columbia, habría proporcionado una copia del ‘Spanish World Library LP’ de Alan Lomax (publicado en 1955 por Columbia) a Miles Davis y a Gil Evans”.

¿Qué demonios era eso de ‘Spanish World Library’, una “librería de sonidos españoles”?

El refugiado nazi

La vida del etnomusicólogo estadounidense Alan Lomax cambió el día que se tomó un café con el presidente de Columbia, Goddard Lieberson, en un local de Broadway. “Coincidió conmigo en que sería una idea interesante publicar una especie de librería mundial de música tradicional [World Library of Folk Music]. Si es que podía hacerlo a coste razonable, claro”, explica Lomax en su artículo 'Saga of a Folksong Hunter' (1960) en la revista 'Hi-Fi Stereo Review'.

Era octubre de 1950. Diez días después, Lomax, que había estado años pateándose Estados Unidos junto a su padre con un magnetofón a la espalda buscando las raíces polvorientas del blues, estaba en una barco hacia Europa (supongo que en clase turista). Nada de localizar archivos sonoros de otros. El encargo de Lomax exigía el trabajo de campo de ir por los pueblos con una grabadora Magnecord a cuestas (“la primera grabadora portátil de alta fidelidad presente en Europa”) recogiendo la voz de los artistas locales. “Le dije a mis amigos, en aquel muelle, que el trabajo no me llevaría más de un año. No regresé hasta 1958”.

"Le dije a mis amigos, en aquel muelle, que el trabajo no me llevaría más de un año. No regresé hasta 1958"

Sus primeros meses los pasó grabando en Irlanda, Escocia e Inglaterra. El aval de la Biblioteca del Congreso americano (colaborador del proyecto) le abrió puertas, aunque nadie le libró de confusiones babélicas y frustraciones burocráticas. Luego llegó el momento español. “En el verano de 1952, Columbia me informó de que la publicación de mi proyecto de músicas del mundo dependía de que consiguiera grabar un disco sobre música tradicional española. Así que me tragué mi aversión por el Caudillo y me fui para Mallorca a un congreso de folkloristas”.

Allí chocó de frente con Marius Schneider, director de la Sección de Folclore del Instituto Español de Musicología, y coordinador de aquellas jornadas. Lomax le tacha de refugiado nazi. Y detalla: “Cuando le conté mi proyecto, me dijo que se encargaría personalmente de que ningún musicólogo español me ayudara. También me sugirió que me fuera del país”. Después de llamarle de nuevo “nazi” e “idiota autoritario”, Lomax se conjura: “Yo no tenía intención clara de quedarme. Sólo tenía unos pocos rollos de cinta y apenas sabía nada de cultura española, pero me prometí a mí mismo que grabaría la música de ese país desdichado aunque me llevara la vida entera”.

Miles Davis en 1959 (Hulton Archive/Getty Images)
Miles Davis en 1959 (Hulton Archive/Getty Images)

Estuvo siete meses en España, entre junio de 1952 y enero de 1953. Junto a su imprescindible ayudante, la británica Jeanette Bell, y sin saber apenas castellano ninguno de los dos, grabaron sardanas, jotas, cantos baturros, coplistas de bar, nanas mallorquinas, gaiteros, intérpretes de vihuela, canciones sobre solteronas. También misas, entierros, coros callejeros, vendedores ambulantes, campanarios, pregoneros de chatarra. “Son gente noble, agachada por la pobreza y por un estado policial. Me di cuenta de que el folklore español no era mera fantasía y entretenimiento. Los campesinos, pescadores, arrieros o pastores que conocí y de los que me hice tan buen amigo encontraban su noble comportamiento y su belleza en esta cultura tan arraigada que tenían (…) Todo el mundo en cualquier barrio sabía quién era el mejor cantante o intérprete de la zona, y todos entendían por qué”.

Sin saber apenas castellano, grabaron sardanas, jotas, cantos baturros, coplistas de bar, nanas mallorquinas, gaiteros, intérpretes de vihuela

La historia la cuenta en detalle Ascensión Mazuela-Anguita en su magnífico libro ‘Alan Lomax y Jeanette Bell en España’ (CSIC). Su trabajo in situ a partir de los archivos de Washington es un auténtico festín de datos, documentos y detalles. Hay encontronazos con la Guardia Civil (Lomax escribe el nombre de la Benemérita en español; “Me tenían vigilado y en su lista”). Hay facturas de pensiones españolas donde Lomax y Bell tenían que alojarse como supuesto matrimonio. Hay facturas de los talleres donde tantas veces tuvieron que reparar el Citroen de Lomax. Hay cartas airadas hacia EE.UU quejándose de gastos no adelantados y promesas económicas no cumplidas (“En España gasté mucho, sin ganar ni un céntimo”). Y por supuesto, hay buenas anécdotas:

“En el Cortijo El Guajiro de Sevilla un grupo de gitanos presentó para Lomax, entre las dos y las cuatro de la madrugada, una actuación organizada por el representante de artistas flamencos Jesús Antonio Pulpón. Las estrellas del grupo eran la cantaora y bailaora de flamenco Pastora Amaya, de diecisiete años, y su esposo Antonio Montoya Flores "Farruco". Tras la interpretación, ella fue hacia la cocina y cogió a su bebé (Pastora Montoya) que, según Lomax, tenía seis meses. Lomax preguntó al marido si ella conocía alguna vieja canción de cuna y este respondió que sabía una de su abuela. Pastora Amaya comenzó a cantar "Mi Rosarito bonita se va a dormir" mientras los ojos de la niña se volvían vidriosos con sueño. Según Lomax, en cierto momento alguien pellizcó al bebé. Su llanto puede oírse en la cinta”.

El musicólogo Alan Lomax
El musicólogo Alan Lomax

Más lloró Lomax en Galicia: “No hay ni un solo hotel en Galicia con calefacción digna de ese nombre. Los gallegos llevan zuecos de madera y en el invierno, al empaparse los clavos, se caen, con lo que las calles y carreteras están prácticamente cubiertas de los dichosos clavos, con lo que pasé la mitad del tiempo que estuvimos en Galicia cambiando neumáticos. Uno de los días, que llovió del alba al anochecer, tuvimos ocho pinchazos”.

"No hay ni un solo hotel en Galicia con calefacción digna de ese nombre. Llevan zuecos de madera y en el invierno, al empaparse los clavos, se caen"

Cantó victoria (o dijo basta) en enero de 1953, y se marchó del país satisfecho. “A pesar de aquel profesor nazi, España ya estaba en mis cintas”. Unas cintas de gran calidad sonora, por cierto. 75 horas de grabaciones en total de acceso libre en la Biblioteca del Congreso de Washington, así como en esta web. Más de un lustro después, iban a llegar hasta los oídos del trompetista más revolucionario de la historia.

Una saeta americana

Cierro el círculo de esta historia. En Andalucía, Lomax se había dado el lujo hasta de entrevistar a la mencionada Niña de los Peines, cuya voz, desgraciadamente, no pudo grabar: su Magnecord estaba en ese momento estropeada; se la arreglaron en el estudio de Radio Nacional de Sevilla, recoge Ascensión Mazuela, unos técnicos que jamás habían visto un aparato así. “En una hora me la tenían funcionando de nuevo, por pura intención y con esa fe animal de los andaluces”. Jeanette Bell, además, hizo unas fotos magníficas de La Niña, aquella tarde en su casa de la Calle Calatrava de Sevilla.

En esa ciudad Lomax registró el sonido callejero de las cofradías (tuvieron que ser las que encontró en septiembre, no las de Semana Santa). Capturó sus bullas y sus saetas. Incluida una de una artista apodada como La Macarena, otra inspiración directa según el investigador Juan Zagalaz para ‘La saeta’ de ‘Sketches of Spain’, con pasajes muy parecidos, como ocurre con ‘Se enturbecieron los cielos’. Sonidos de incienso en mitad de un disco de jazz fusión. La quinta y última pista del álbum, por cierto, se llama ‘Solea’; ignoro si la ausencia de tilde es premeditada.

En 1994, Enrique Morente dictó sentencia en una entrevista en 'El País': “Miles Davis compuso una saeta en América que sabe a Andalucía (…) La saeta de Davis está a la altura de las de Caracol, Vallejo o La Niña de los Peines, lo que demuestra que el flamenco es universal”.

Fuente: El Confidencial