Alberto San Juan: «Quiero un Gobierno que prometa no más trabajo, sino tiempo libre»

Alberto San Juan (1968) llega sonriente y un poco tarde al escenario del Teatro Bellas Artes, donde desde el lunes representará la obra ‘Nueva York en un poeta’. Sus disculpas sirven para comprobar que tiene la voz intacta, a pesar de que la noche anterior la desgastó durante el ensayo general de la obra. 80 minutos en los que recita, baila, declama, se despeina y disfruta haciendo del poeta granadino y acompañado por una banda de música.

“¿Pero tú has visto qué tinte me han puesto? ¡Si yo tengo el pelo blanquísimo! Lo llevo así por una película que acabo de rodar, pero me viene bien para hacer de Federico, ¿verdad?”, bromea. El actor, que se siente “muy español” y “más titiritero que nunca” es buen conversador y parece cómodo hablando de vulnerabilidad. La que sintió cuando cumplió los 40 y se llenó de inseguridades. Faltaban trabajo e ingresos, sobraban deudas y se disolvió uno de sus proyectos más personales, la compañía Animalario. Le dio entonces por leer para comprender o, como dice, “para ignorar un poco menos”. Lleva en la mano un libro de Américo Castro sobre la historia de España.

Foto: Ana Beltrán.
Foto: Ana Beltrán.

La fama parece importarle poco a este ganador de dos premios Goya —uno como protagonista en ‘Bajo las estrellas’ (2008) y otro como actor de reparto en ‘Sentimental’(2020)— que vive bastante tranquilo sin redes sociales. “Soy muy impulsivo, la liaría”, aclara.

Mucho más le importa la política. “Cuando oigo a Santiago Abascal hablar de la invasión casi militar de los adolescentes, adultos o niños en Ceuta, creo que está expresando ideas enemigas de la vida que corren el riesgo de materializarse en acciones. Pero me niego a considerar mi enemigo personal ni siquiera a la persona de Abascal. Tenemos que convivir, aunque sea por razones prácticas y dejando a un lado la ética”, explica.

¿Y qué tal el “Gobierno más progresista de la historia”? “Estaría bien que no presumieran tanto. Que hablaran con humildad y dijeran que están haciendo muy poquito, aunque intentando hacer cada vez más, porque sabemos que no es suficiente. El escudo social resultó insuficiente y no han cumplido los compromisos, y es terrible que los discursos electorales sean publicidad engañosa”, declara.

A la siguiente cita, con un director de cine, también llegará tarde.

PREGUNTA. ¿Qué tiene usted con Lorca y con Machado?

RESPUESTA. No más que con otros, no te creas. Pero el caso de Lorca es especial, porque su producción es enorme a pesar de que lo asesinaran tan joven. Nos dejó su poesía, su teatro, todos sus textos en prosa, sus conferencias, alocuciones radiofónicas, artículos de prensa, entrevistas y hasta su correspondencia. Todo está publicado y es de una riqueza impresionante, forma parte de los tesoros de la dramaturgia universal. No he leído todo, pero, cuanto más lo hago, más me gusta. Nunca había hecho nada de Lorca en escena hasta este relato en Nueva York.

A Machado lo he leído mucho menos, porque no te creas que soy un gran lector ni una persona con una especial cultura. Siempre fui un estudiante raspadito y bastante vago, pero en este trabajo tienes la suerte de que te pasen cosas como la llamada que recibí del Ayuntamiento de Pinto el año pasado para interpretar un repertorio suyo. Me puse a leer más allá de los cuatro poemas famosos que conocía y descubrí a Juan de Mairena. Y te das cuenta de que hubo en España tal concentración de talento, de creatividad, de lucidez…

Foto: Ana Beltrán.
Foto: Ana Beltrán.

P. En la obra hay momentos en los que, si no supiéramos que es Lorca en su viaje a Estados Unidos, pensaríamos que son textos escritos en la España actual. Se habla del crac del 29, pero podría ser la crisis de 2008. Se habla de la relación del hombre con los animales, con las máquinas, con el trabajo, con la que muchos nos podemos sentir identificados. ¿Es la sensación que pretende transmitir cuando lo recita?

R. Comparto totalmente lo que dices. Cualquier texto denominado académicamente clásico implica que tiene vida eterna porque acierta profundamente en la forma y en el contenido, y jamás pierde vigencia. En el caso de Lorca, ‘Poeta en Nueva York’ habla de un problema del que no conseguimos emanciparnos: la organización de la sociedad determinada por alguna forma o formas de poder opresor. Él se sitúa siempre en defensa de la parte más débil frente a la poderosa, que es a la que denuncia. Es de una radicalidad total. Se refiere al capitalismo como “un sistema económico cruel que nos tiene sordos y encadenados y al que pronto habrá que cortarle el cuello”.

Sus palabras no solo están vigentes, sino que de pronto adquieren casi una urgencia, porque él viaja en 1929 de una España aún rural y agrícola a una sociedad capitalista y avanzada que es Nueva York, absolutamente desbocada en la especulación mercantil con todo lo vivo. Él es testigo del hundimiento de la bolsa, que es la mayor crisis del capitalismo mundial solo comparable a la que sufrimos en 2008 y cuyos efectos permanecen. Advierte de lo que él percibe como incompatibilidad entre un sistema que mercantiliza todo y el hecho de la vida, que es lo que defiende.

"Las palabras de Lorca no solo están vigentes, sino que de pronto adquieren casi una urgencia"

Hoy vemos que querer comerciar con la tierra, con el aire, con el agua, con la vida humana, animal y vegetal nos está acercando a un abismo al que parecemos irremediablemente abocados. Podemos hacer de este sistema una demolición controlada para minimizar los daños o puede caer por colapso, que sería lo más terrible. Pero a ver qué pasa…

P. Estaba repasando algunas de las cosas que han pasado en los últimos tiempos en España. El décimo aniversario del 15M, la llegada de Pablo Iglesias, su marcha, su posterior vuelta como colaborador en medios, el libro de Íñigo Errejón… ¿Qué sensación le queda de todo esto? ¿Hay nostalgia o más bien desencanto?

R. No pienso en términos nostálgicos, sino más bien en la acción aquí y ahora en defensa de la vida y en las mejores condiciones posibles. Creo que hay un dato muy relevante a partir del cual se puede seguir construyendo, porque, según las encuestas publicadas en su momento por los medios, hasta un 80% de la población española apoyaba las reivindicaciones del 15M, y la fundamental era sobre todo una defensa de lo común, se pedía más y mejor democracia, y queríamos no ser tratados como mercancías.

Eso lo compartía buena parte de la mayoría y estoy convencido de que sigue siendo así, aunque haya unas grandes operaciones de confusión que nos tienen muy revueltos. En mi familia hay votantes del PP y de Vox y defienden una sociedad sin privilegios en la que a nadie le falte el acceso a lo imprescindible para una vida digna. Lo que pasa es que los votantes de Vox pueden llegar a pensar que los inmigrantes son unos privilegiados porque, cuando los moros o los negros (como dicen en sus discursos) llegan a España, se les regala un piso y un trabajo, que es algo fuera de la realidad.

Foto: Ana Beltrán.
Foto: Ana Beltrán.

Pero, sinceramente, no soy partidario del enfrentamiento bélico ni siquiera en sentido metafórico o dialéctico, ni de la aniquilación de las razones del otro. Soy partidario de la búsqueda de algo que podamos llamar verdad, y para eso es necesario el diálogo y escucharse unos y otros. Para mí es muy importante el acercamiento y el encuentro con personas que digan cosas antagónicas a las que yo pueda decir, porque confío en que nos encontraremos en la defensa de lo común.

P. ¿Y no será esa una de las cosas que nos pasan? Que no escuchamos, que no dialogamos. Que tenemos cerca a gente demasiado parecida a nosotros…

R. Creo que sí. Esta es una sociedad donde es difícil emanciparse porque es complicado el acceso a los bienes materiales básicos que exige una vida autónoma e independiente. Cuando eso no se conquista, y no podemos cuidar de nosotros mismos porque el sistema nos lo impide, nos vemos condenados a una eterna adolescencia.

Y es propio de los adolescentes buscar “a los míos” para enfrentarme “a los otros”. Esto solo consigue una división esquizofrénica en la cual una parte es enemiga y otra es amiga. Esta dialéctica, que en mi opinión es moralmente repugnante y prácticamente inútil salvo que seas nazi, hay que superarla.

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Hay ciertos colectivos políticos que dicen estar en el lado de la emancipación que tienen claro quién es el enemigo, pero yo me niego a pensar las cosas en esos términos. Sí hay ideas y discursos que son enemigos de la vida, y cuando oigo a Santiago Abascal hablar de la invasión casi militar de los adolescentes, adultos o niños, creo que está expresando ideas enemigas de la vida que corren el riesgo de materializarse en acciones. Pero me niego a considerar mi enemigo personal ni siquiera a la persona de Abascal. Tenemos que convivir, aunque sea por razones prácticas y dejando a un lado la ética. No se puede suprimir a la mitad como quería Franco o ese militar en un chat, porque la mitad siempre tiene amigos, tiene familia… Y, si matas a esa mitad, habrá quedado una herida que no nos dejará continuar hacia delante de una manera saludable.

P. En el discurso por el Goya que recibió como mejor actor de reparto por 'Sentimental' habló de una orgía pendiente…

R. (Risas).

P. No se preocupe, no le voy a preguntar por eso. También le mandó un mensaje al PSOE advirtiendo de la importancia del derecho a la vivienda… ¿Está usted satisfecho con el tantas veces llamado "Gobierno más progresista de la historia"?

R. Estaría bien que no presumieran tanto. No han derogado la reforma laboral y tampoco la ley mordaza, y son mínimos. Y las declaraciones de Escrivá hablando de trabajar hasta los 75 años… ¡Por Dios! Bertrand Russell ya dejó escrito eso de que “en este mundo ya se ha trabajado demasiado”.

Quiero un Gobierno que prometa no más trabajo, sino más tiempo libre. Pero no un tiempo de paro y de angustia, sino para disfrutar. En ese sentido, la propuesta de Yolanda Díaz de reducir la jornada a 35 horas semanales está muy bien.

La realidad institucional nos permite pensar en dos opciones: una es la actual (que se puede mejorar y ha de mejorar) y la otra es el PP con Vox. Esto es una incógnita porque no ha sucedido, pero me hace temer lo peor de esas ideas que te digo que son enemigas de la vida. Ojalá este Gobierno se reedite en una versión mejorada. Que la parte que defiende controlar los alquileres, subir el SMI y no tocar las pensiones ni la edad de jubilación tenga más peso.

Foto: Ana Beltrán.
Foto: Ana Beltrán.

P. Dice que prefiere ignorar menos para vivir mejor. ¿Cómo hace para saber más? ¿Qué lee, qué ve, qué escucha?

R. La crisis del 2008 y la reacción ejemplar y tan valiosa que sintetizamos en la expresión 15M (y de la que habría que desgranar todo lo que hizo la PAH, las Mareas, las marchas por la dignidad, etc.) generó en mí la necesidad de saber más. O, dicho de otra manera, lo que escuché en una obra de teatro de Bertolt Brecht sobre Galileo Galilei: que estudia “no para saber más, sino para ignorar un poco menos”, aceptando que nadie posee la verdad. Al final se trata de abrir los cinco sentidos, dejar a un lado las razones propias para atender las diversas.

Son fundamentales los libros. Leer, hablar y sobre todo escuchar. Literatura, cine… Ahora tengo 52 años, pero me descubro estudiante desde los cuarenta y pocos. Desde entonces, leo de forma continuada ensayo histórico. He llegado tarde a la entrevista porque he parado en Espasa Calpe para saber si tenían algo de Américo Castro, un autor del que no he leído nada y tengo muy buenas referencias. Mira (enseña el libro), he comprado ‘La realidad histórica de España y otros ensayos’.

"Leer, hablar y sobre todo escuchar. Literatura, cine… Ahora tengo 52 años, pero me descubro estudiante desde los cuarenta y pocos"

Es uno de los primeros autores que empezó a interpretar los datos históricos de forma alternativa a la visión dominante, esa que identificaba una idea de España con el cristianismo en la cual la España musulmana no existió. Se dio cuenta de que nosotros somos porque hemos sido también moros y judíos, y que esa supuesta guerra de reconquista tiene mucho de guerra civil. Es un espíritu que reivindican Franco y sus generales, el espíritu de la cruzada de los Reyes Católicos como la España verdadera. Todo lo demás, moros, republicanos, judíos, homosexuales y feministas, es la anti-España, y es la que había que domar o directamente erradicar.

P. ¿Qué le pasó usted a esos cuarenta y pocos? A veces, hablando de esa época, ha mencionado la palabra “miedo”.

R. El miedo ha sido una constante en mi vida, supongo que como en cualquier ser vivo que sabe que puede ser dañado e incluso muerto. Pero hay miedos sociales: a no responder lo que se espera de ti, a no ser un buen hijo, buen estudiante, un hombre como hay que ser. Nací en 1968 en una sociedad completamente machista, clasista, capitalista, cubierta con una pátina de modernidad y progreso, que es la del PSOE de Felipe González. Todo esto me provocaba un vago malestar y sentía que no daba la talla en nada. No respondía a las condiciones requeridas de fortaleza, agresividad, competitividad, que es algo que siempre me anuló.

Con la crisis del 2008 y el 15M oí a Iñaki Gabilondo decir, después de que el PSOE y el PP pactaran en un fin de semana la reforma del 135 que obligaba al pago prioritario de la deuda con los bancos: “Ha caído el telón. Creíamos que vivíamos en una democracia y parece que vamos a tener que plantearnos en qué sistema vivimos”. Mi ámbito laboral, concentrado alrededor de Animalario, se disolvió en esa época, no recibía ofertas para trabajar en cine y en televisión, tenía deudas y no tenía ingresos, y también estaba en la mitad de mi vida desde el punto de vista estadístico… Así que me planteé ignorar menos.

Foto: Ana Beltrán.
Foto: Ana Beltrán.

Empecé a leer mucho sobre la Transición, sobre las décadas de las que nos falta una perspectiva académica crítica que son los gobiernos de González y Aznar, donde se consolida un modelo que hoy vemos que ha tenido consecuencias catastróficas, porque se privilegian los intereses del capital frente a los derechos del trabajo, y los intereses de la propiedad privada frente a las necesidades del bien común. También leí sobre capitalismo, la fase neoliberal, sobre Margaret Thatcher, Ronald Reagan, la dictadura, la república…

P. ¿Qué lee ahora?

R. Ahora estoy leyendo sobre el momento en el que se funda el proyecto político y cultural llamado España, que tiene su momento, como bien presumen desde posiciones más conservadoras, en el reinado de los Reyes Católicos. Es un proyecto que nace sobre unas bases colonialistas y excluyentes, porque no reconquistan España, colonizan la península ibérica y fundan la idea de nación identificada con la fe cristiana y con la raza blanca y la Europa Occidental. También con una sola forma de pensar, vestir, bailar, comer, y estar en el mundo.

Con eso empobrecen nuestra sociedad desde el punto de vista cultural y material. Depende de la fase que estudies, pero Al-Ándalus tuvo una riqueza inmensa… Ahí empezó a construirse una mitología que hoy sigue enseñándose en la escuela. Me parece increíble que a mi hijo le cuenten que España fue invadida por el islam, pero reconquistada después…

"Me parece increíble que a mi hijo le cuenten que España fue invadida por el islam, pero reconquistada después…"

Me gusta mucho acercarme a los mitos, a los silencios y a la historia oficial que cuenta que en España hubo invasión musulmana, que el rey Juan Carlos trajo la democracia después de Franco, que la propiedad privada es sagrada por encima de todo o que no hay alternativa al sistema capitalista, cuando lo que no hay es alternativa al ecosistema que tenemos.

P. Dijo una vez que se siente muy español y más titiritero que nunca. ¿Esto lo mantiene?

R. Sí. Yo amo lo español, y me refiero al paisaje, a la gastronomía, a muchas músicas, a mi experiencia de vida. Si todo me ha sucedido en España, ¿cómo no lo voy a amar? Para mí eso no tiene nada que ver con la monarquía, pero tampoco con una bandera que no se ha librado de un carácter excluyente. No es una bandera con la que todos se identifiquen, porque es contra algo, así que no puedo identificarme mientras esté en contra de una sola persona. Y el himno es que ni siquiera es bonito. Pero, aunque fuera francés, donde la bandera y el himno son otra cosa, para mí sería muy secundario respecto a otras cosas. Es la cultura popular y todo lo que surge de la convivencia lo que me hace amar esto.

También soy muy titiritero porque en el último año me he dedicado a formatos muy mínimos, sin escenografía apenas. Voy completamente solo, en otros me acompaña un guitarrista, Fernando Egozcue, o la banda de música que viste anoche. No es que solo quiera hacer eso, pero disfruto mucho recitando poemas, canciones y contando historias. Aunque, también te digo, estuve el año pasado en el Teatro María Guerrero haciendo ‘El chico de la última fila’, de Juan Mayorga y dirigido por Andrés Lima, y lo gocé. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa del repertorio universal, Shakespeare, Valle-Inclán, lo que sea. Hay tanto por hacer…

Alberto San Juan representa la obra de los titiriteros y muestra el cartel 'Gora Alka ETA' El Confidencial

P. Además de ‘Nueva York en un poeta’, ¿qué tiene entre manos?

R. Con los músicos que me acompañan en esta obra también hacemos conciertos con canciones propias. Mis recitales de Machado, y también estrené el otro día en la Huerta de San Vicente, en la casa museo de Lorca en Granada, lo que será un nuevo espectáculo para la próxima temporada que se llamará 'Español, a Dios gracias'. Y se subtitula: “Crónica de la propia ignorancia amenizada con una banda de pasodobles”.

P. Da la sensación de que la fama le importa bastante poco. ¿Cuánto tiene que ver esto con no tener redes sociales?

R. Muchísimo. ¿Sabes lo que pasa? Que tengo WhatsApp, 'e-mail', teléfono y eso ya cansa mucho. No quiero ni imaginar lo que sería de mí, porque además soy ansioso y compulsivo. Acabaría haciendo algo que detesto: hablar desde la emoción inmediata, desde la indignación, y soltar lo primero que se me pase por la cabeza. Yo les pido a mis amigos con redes sociales que no lo hagan. Les digo: “Piensa, razona, enfría el ánimo y después, al día siguiente, habla”. En cuanto hay un insulto, o un tono de voz elevado, no hay comunicación posible, así que ¿para qué vas a hablar?

Fuente: El Confidencial